La semántica
La dimensión semántica de la semiosis.
La semántica se ocupa de la relación de los signos con sus designata y, por ello, con los objetos que pueden denotar o que, de hecho, denotan. Como sucede con las restantes disciplinas que se ocupan de los signos, puede hacerse una distinción entre sus aspectos puros y descriptivos: la semántica pura proporciona los términos y la teoría necesarios para hablar de la dimensión semántica de la semiosis, mientras que la semántica descriptiva se interesa por aspectos reales de esa dimensión. El último tipo de consideración ha precedido históricamente al primero. Durante siglos los lingüíistas se han interesado por el estudio de las condiciones en que se emplean unas palabras concretas, los especialistas en gramática filosófica han intentado encontrar los correlatos en la naturaleza de las estructuras lingüísticas así como la diferenciación de las partes del habla, mientras que los empiristas (dentro de la tradición filosófica) han estudiado en términos más generales las condiciones en las que puede afirmarse que un signo tiene un denotatum (a menudo para mostrar que los términos de sus contrincantes metafísicos no cumplían esas condiciones). Por otro lado, las polémicas y discusiones acerca del término “verdad” siempre han conllevado la cuestión de la relación de los signos con las cosas. Pues bien, pese a todo lo dicho, pese a la antigüedad histórica de los ejemplos enumerados, se ha avanzado relativamente poco en la vía de la experimentación controlada o en la de la elaboración de un lenguaje idóneo para hablar de esta dimensión. El enfoque experimental que han posibilitado los conductistas ofrece grandes esperanzas de que sea posible determinar las condiciones reales bajo las que se emplean ciertos signos ; el desarrollo del lenguaje de la semántica ha sido potenciado por recientes discusiones acerca de la relación de las estructuras lingüísticas formales con sus “interpretaciones”, por intentos (como los de Carnap y Reichenbach) de formular con mayor agudeza la doctrina del empirismo, y también por los esfuerzos de los lógicos polacos (en especial los de Tarski) destinados a definir formalmente y de manera sistemática ciertos términos de importancia cardinal dentro de la semántica. No obstante, la semántica todavía no ha alcanzado una claridad y una sistematización comparables a las de ciertas partes de la sintaxis. Si se somete a consideración, la cosa no resulta ser sorprendente puesto que un desarrollo riguroso de la semántica presupone una sintaxis con un desarrollo relativamente alto. Hablar de la relación de los signos con los objetos "que designan presupone, con objeto de referirse por separado a los signos y a los objetos, el lenguaje de la sintaxis y el lenguaje objetual. Esta dependencia respecto de la sintaxis es particularmente evidente al ocuparse de lenguajes, puesto que en este caso una teoría de la estructura lingüística formal resulta indispensable. Por ejemplo, la cuestión constantemente recurrente de si la estructura del lenguaje es la estructura de la naturaleza no puede tratarse apropiadamente hasta que se clarifiquen los términos “estructura” y “estructura de un lenguaje”; ciertamente, el carácter insatisfactorio del tratamiento histórico de estas cuestiones se debe en parte a la falta de esa clarificación preliminar, que en la actualidad ha proporcionado la sintaxis.
La sintaxis
Considerada como el estudio de las relaciones sintácticas de los signos entre sí haciendo; abstracción de las relaciones de los signos con los objetos o con los intérpretes, es la más desarrollada de todas las ramas de la semiótica.
Una gran parte del trabajo realizado en la lingüística propiamente dicha ha partido precisamente de esta perspectiva, aunque a menudo inconscientemente y con múltiples confusiones. Los lógicos se ocuparon de la inferencia desde el principio. Ello supone estudiar las relaciones existentes entre ciertas combinaciones de signos dentro de un lenguaje.
Especialmente importante fue la temprana presentación que los griegos hicieron de la matemática en forma de sistema deductivo o axiomático; ello ha supuesto que los hombres hayan prestado siempre atención a la estructura de un sistema de signos sólidamente trabados, de manera que se obtenían todos los restantes conjuntos de signos al operar sobre ciertos conjuntos iniciales.
Leibniz uniendo consideraciones lingüísticas, lógicas y matemáticas, llegó a concebir un mecanismo formal general (speciosa generalis) que incluía el mecanismo característico general (ars characteristica), esencialmente una teoría y un mecanismo o técnica que permitía formar signos de manera que todas las consecuencias de las correspondientes “ideas” pudieran extraerse considerando los signos por sí solos, y un mecanismo combinatorio general (ars combinatoria), o cálculo general que proporcionaba un método formal de aplicación universal para extraer las consecuencias de los signos.
Esta unificación y generalización del método y forma matemáticos ha sido notablemente ampliado desde los tiempos de Leibniz por la lógica simbólica a partir de los esfuerzos de Boole, Frege, Peano, Peirce, Russell, Whitehead y otros. Mientras que la teoría de esas relaciones sintácticas ha experimentado su desarrollo contemporáneo más elaborado en la sintaxis lógica de Carnap.
La sintaxis lógica omite deliberadamente lo que se han denominado aquí dimensiones semántica y pragmática de la semiósis para concentrarse en la estructura lógico-gramatical del lenguaje, es decir, en la dimensión sintáctica de la semiósis
La sintaxis lógica omite deliberadamente lo que se han denominado aquí dimensiones semántica y pragmática de la semiósis para concentrarse en la estructura lógico-gramatical del lenguaje, es decir, en la dimensión sintáctica de la semiósis.
Las reglas de formación, que determinan las combinaciones independientes y permisibles de los elementos del conjunto (esas combinaciones reciben el nombre de oraciones) y las reglas de transformación, que determinan las oraciones que pueden obtenerse a partir de otras oraciones. Ambas reglas pueden agruparse bajo el calificativo común de regla sintáctica.
La sintaxis, por consiguiente, es la consideración de signos y de combinaciones sígnicas en la medida en que unos y otras están sujetos a reglas sintácticas. La sintaxis no se interesa por las propiedades individuales de los vehículos sígnicos o por cualesquiera de sus relaciones exceptuando las sintácticas, es decir, las relaciones determinadas por las reglas sintácticas.
Una vez investigados desde esta perspectiva, los lenguajes han resultado ser inesperadamente complejos y la perspectiva de estudio inesperadamente fructífera. Se han podido caracterizar con precisión oraciones primitivas, analíticas, contradictorias y sintéticas, así como la demostración y la derivación.
Sin huir del punto de vista formal, ha resultado posible distinguir entre signos lógicos y descriptivos, definir signos sinónimos y oraciones equipolentes, caracterizar el contenido de una oración, ocuparse de las paradojas lógicas, clasificar cierto tipo de expresiones y clarificar las expresiones modales de necesidad, posibilidad e imposibilidad.
Estos y muchos otros resultados han sido parcialmente sistematizados en la forma de un lenguaje, y la mayoría de los términos de la sintaxis lógica pueden definirse a partir de la noción de consecuencia.
La pragmática
Es obvio que el térrmino “pragmática” se ha acuñado haciendo referencia al término “pragmatismo”. Resulta plausible suponer que la significación permanente del pragmatismo resida en el hecho de que ha prestado una atención más directa a la relación de los signos con sus usuarios de la que previamente se le había concedido, así como por haber valorado con mayor profundidad que nunca antes la pertinencia de esa relación para la comprensión de las actividades intelectuales.
El término “pragmática” permite subrayar la significación de los logros de Peirce, James, Dewey y Mead en el campo de la semiótica.
Al propio tiempo, “pragmática”, como término semiótico estricto, requiere su propia formulación. Por “pragmática” se entiende la ciencia de la relación de los signos con sus intérpretes. La “pragmática” ha de diferenciarse entonces del “pragmatismo”, así como el adjetivo “pragmático” debe diferenciarse de “pragmatista”. La mayoría de los signos, tienen como intérpretes seres vivos, para caracterizar con precisión la pragmática bastará con decir que se ocupa de los aspectos bióticos de la semiosis, es decir, de todos los fenómenos psicológicos, biológicos y sociológicos que se presentan en el funcionamiento de los signos. La pragmática cuenta también con sus aspectos puro y descriptivo ; la pragmática pura se ocupa de intentar desarrollar un lenguaje en el que pueda hablarse de la dimensión pragmática de la semiósis; la pragmática descriptiva se interesa por la aplicación de este lenguaje a casos específicos.
Históricamente, la retórica puede considerarse como una forma restringida y temprana de pragmática ; por otro lado, el aspecto pragmático de la ciencia ha sido un tema recurrente entre los divulgadores e intérpretes de la ciencia experimental. La referencia al intérprete y a la interpretación es común en la definición clásica de los signos. Aristóteles, en De interpretatione, habla de las palabras como signos convencionales de pensamientos que todos los hombres tienen en común. Sus palabras contienen la base de la teoría que se convirtió en tradicional: el intérprete del signo es la mente; el interpretante es un pensamiento o un concepto; estos pensamientos o conceptos son comunes a todos los hombres y proceden de la aprehensión de objetos y de sus propiedades por parte de la mente.
La mente otorga a las palabras enunciadas la función de representar directamente estos conceptos e indirectamente la de hacer lo propio con las cosas correspondientes; los sonidos que se eligen para este propósito son arbitrarios y varían de un grupo social a otro; las relaciones entre los sonidos no son arbitrarias sino que corresponden a las relaciones de conceptos y, en esa medida, a las de las cosas.
William James subrayó la idea de que un concepto no era una entidad sino una forma en que ciertos datos perceptuales funcionaban representativamente y que ese funcionamiento “mental”, en lugar de ser una mera contemplación del mundo, es un proceso altamente selectivo en el que el organismo recibe indicaciones de cómo actuar en relación al mundo para satisfacer sus necesidades o intereses. George H. Mead se ocupó especialmente de la conducta implícita en el funcionamiento de los signos lingüísticos y en el contexto social en que éstos funcionaban y surgían. Su trabajo supone el estudio más trascendente desde la perspectiva pragmatista de estos aspectos de la semiósis. El instrumentalismo de John Dewey es la versión generalizada del énfasis pragmatista en el funcionamiento instrumental de los signos o “ideas”. Si extraemos del pragmatismo los rasgos especialmente pertinentes para la pragmática, podríamos formular el resultado más o menos así: El intérprete de un signo es un organismo; el interpretante es el hábito del organismo de responder, a causa del vehículo sígnico, a objetos ausentes relevantes para una problemática situación actual como si éstos estuvieran realmente presentes.
En virtud de la semiósis un organismo toma en consideración propiedades relevantes de objetos ausentes, o propiedades no observadas de objetos presentes, de ahí la significación instrumental general de las ideas. Si se considera el vehículo sígnico como un objeto de respuesta, el organismo espera una situación de tal y tal tipo y, a partir de esa expectativa, puede prepararse parcialmente adelantándose a lo que sucederá. La respuesta a cosas a través de la mediación de los signos es así, biológicamente, una continuación del mismo proceso por el que los sentidos que operan a distancia han precedido a los sentidos que operan por contacto en el control de la conducta de las formas animales superiores; tales animales, a través de la vista, el oído, y el olfato, responden ya a partes distantes del entorno a través de ciertas propiedades de objetos que funcionan como signos de otras propiedades.
Puede decirse que este proceso de tomar en consideración un entorno constantemente más remoto, simplemente continúa en los complejos procesos de semiósis que el lenguaje posibilita, puesto que el objeto que se considera ya no necesita estar perceptualmente presente.
Morris, Charles (1985) Fundamentos de la teoría de los signos. Paidos, Barcelona.
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